Publicado en Plaza Pública el 30 de agosto de 2012
Cuando me
enteré de la victoria de Érick Barrondo en las olimpiadas de Londres, lo que
vino a mi mente fue una paradoja.
Pensé en marcha, sí, pero no la olímpica. Una marcha silenciosa, sigilosa, plena de dolor y
peligros para quienes la practican todos los días: es la marcha siempre al
norte, en busca de siete dólares por
hora de trabajo. Como Érick antes de ser
mercadeable, se marcha ante la
indiferencia de todos. Los que se van
son los “shumos”, los “loosers”, los ” inditos que nos dan lástima”.
¿Dónde está
la paradoja? En que tanto Barrondo y su equipo olímpico como los marchistas
migrantes avanzan ignorados, pero consiguen los resultados que los otros no
logran a pesar de disponer de recursos.
Los
resultados de los migrantes se miden a través de las remesas familiares. Este sector de la economía creció hasta 2008
a tasas iguales a las de la milagrosa economía China. “Por arriba del 20% del PIB”, dijo a BBC la
ex ministra María Antonieta de Bonilla.
Luego de una caída en 2009, la recuperación llegó y a julio de 2012
alcanzaba un crecimiento de 8.54%. Es
decir, las remesas familiares crecen anualmente muy por encima del PIB. Su nivel bruto (4,127 millones de dólares en
2010) equivale al de la carga fiscal. Es decir, los migrantes contribuyen igual o
más que lo que se recauda de impuestos.
En otras palabras, las remesas de quienes emprendieron la denostada
marcha han contribuido en mucho a rescatar una economía que no es lo que
parece. Mientras, los gobiernos presumen
de su buen manejo macroeconómico, como quienes buscarán ganancias con la
medalla de Érick.
Vayamos más
allá. Se estima que el dinero de las
remesas es puesto principalmente en manos de mujeres. ¿Qué destino recibe? Según la OIM, 50% se usa para consumo
directo, 14% para consumo intermedio y 36% para inversión y ahorro. Esto incluye un gasto de 6% en educación, el
sueño de cualquier buen gobierno.
De vuelta a
la marcha como deporte, éste no tiene cobertura mediática. La gente no compra camisetas con el número y
nombre de Érick en la espalda. No hay
patrocinadores. No cierran el periférico
ni narran las carreras por la radio y televisión. Los deportistas no tienen el apoyo que
necesitan. Los dirigentes que los
representan se quedan con los mejores boletos y
los mejores viáticos. Igual que
los migrantes, las autoridades que los representan no conocen los dolores de la
marcha, simplemente llegaron a su puesto sin que los migrantes participaran en
el proceso de selección. (http://www.lavozinmigrante.net/2011/12/cuestionan-eleccion-de-funcionarios-de.html).
De esta
manera, se va forjando la parábola del buen Barrondo. Un ejemplar guatemalteco de cuyos triunfos muchos
buscan sacar provecho pero que estuvo solo en su esfuerzo, igual que 1.6 millones de migrantes que emprendieron la
marcha y continúan sin el apoyo necesario, como el deporte no mediático.
Aparte, ojalá
que se soslayen ideologías y se premie
el trabajo del entrenador cubano Rigoberto Medina Martin y el
equipo técnico detrás de las llegadas al podio.
Según Érick, su entrenador se quitaba el pan de la boca para dárselo a
él, a pesar de los atrasos en su paga.
Esperemos además que nadie esté buscando hacer negocio con los
pasaportes que están solicitando los jóvenes migrantes ilegales conocidos como
“dreamers”, quienes se aferran a la
esperanza de detener las órdenes de deportación que penden sobre sus
cabezas. ¿Cómo estará apoyando la CONAMIGUA, la Comisión de
Migrantes del Congreso y la Dirección General de Migración?
Para finalizar, un saludo y reconocimiento a todos los deportistas
nacionales que entregaron todo en las
distintas competiciones olímpicas.
Muchas gracias.
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