Tuesday, January 6, 2009

Los héroes no nacen, se hacen

“Luego de tres meses de permanecer hospitalizado y refugiado en Estados Unidos, un empresario guatemalteco víctima de tres atentados de los cuales milagrosamente se salvó de morir, vuelve a Guatemala para señalar a sus atacantes y exigir justicia.”

Así principia la nota publicada por el noticiero nocturno del canal siete, el día 11 de diciembre del año que recién terminó, refiriéndose al ingeniero agrónomo José Luis Rueda Calvet.

José Luis ingresó a la Facultad de Agronomía de la USAC en el año 1976, junto a otros más de 500 estudiantes que perseguíamos una carrera agronómica. Busco en mi pobre memoria sus recuerdos, y lo encuentro como un buen amigo, tranquilo, reservado y muy buen estudiante. Según mi memoria, no le interesaba meterse en política estudiantil ni en actividades extra-académicas. Suponíamos que pertenecía a una familia muy bien establecida en Retalhuleu, aunque él nunca hizo algo para hacer notar sus recursos económicos, si acaso nuestra suposición era cierta. No llegamos a cultivar una cercana amistad, pues cada uno se fue metiendo en lo suyo a medida que la carrera avanzaba. De Güicho Rueda, como le llamamos sus compañeros, no encuentro un solo recuerdo negativo, una sola actitud reprochable. Siempre sentí por él mucho cariño, aunque como nos sucede a casi todos los humanos –extrapolo de mi propio caso-, no siempre le hacemos saber a las personas lo que sentimos por ellas.

Los estudiantes que ingresamos en 1976 teníamos un pensum de sesenta y pico de cursos, distribuidos en once semestres. Güicho se concentró en sus estudios y adelantando materias cerró en diez semestres, pasando rápidamente al examen privado y la tesis. Revisando la nómina de colegiados, confirmo que nos graduamos por las mismas fechas de 1981, pues Güicho es el colegiado número 563 y a mí me tocó el número corridito 567. Ateniéndome siempre a mi mala memoria, recuerdo que organizó una fiesta de graduación en el mismo edificio que hoy ocupa la Corte de Constitucionalidad. En un salón vecino se realizó otra graduación. No recuerdo a cuál de los dos fui invitado, pero conocía personas en ambas, y en las dos fui muy bien recibido.

A partir de ese momento, no recuerdo haberme encontrado con él. Quizá en alguna fiesta del colegio, o alguna actividad durante el tiempo que serví en la junta directiva. Güicho regresó a su querido Retalhuleu y no supe más de sus actividades. Siendo miembro de una familia de modernos agricultores, asumí que ejercía su profesión preservando el patrimonio familiar. No hemos tenido contacto por más de 25 años, pero no me cabe duda de que sus cualidades y méritos personales se asentaron y fortalecieron, pues el tiempo no pasa por gusto.

Por lo anterior, me quedé prendido del televisor la noche que presentaron la historia que cito en el primer párrafo. La anunciaron al inicio del noticiero y la presentaron al final. Allí apareció Güicho, con sus rasgos físicos inconfundibles a pesar del paso del tiempo. Apareció en las cámaras con la misma tranquilidad con que lo recuerdo, a pesar de que su historia era de no creerse. Sufrió tres atentados armados en un período de tres meses, sobreviviendo milagrosamente, pero no sin costos. Mostró a las cámaras la huella de algunos balazos recibidos. En el primer atentado (15 de enero de 2008), le acertaron en la sien, el cuello y el hombro. Esto lo envió al hospital, y luego de ello debió sufrir –no le puedo llamar de otra manera- un proceso de rehabilitación que dadas las heridas, debe ser especializado, caro, riesgoso y parcial. Entre tanto, sobrevino el segundo intento, que no tuvo tan graves consecuencias gracias a las precauciones que tomó (contratar guardaespaldas). El 24 de marzo, mientras salía de una sesión más de rehabilitación, recibió un nuevo balazo, que le destrozó el hígado.

El reportaje del que tomo la información indica que el agresor fue capturado y puesto en prisión. También indica que los atentados provienen de competidores comerciales directos.

Por todo esto, Güicho debió abandonar el país con todo y familia. Aparte de los elevados costos económicos que esta decisión debe tener, está el dolor del desarraigo emocional y de abandonar aquello por lo que se ha luchado por décadas.

La entrevista se realizó en Guatemala, pues Güicho viajó –seguramente en medio de gran tensión para él y toda su familia- con el fin de testificar en el juicio seguido a sus atacantes. En el reportaje expresa el temor que siente por su vida. Según un posterior reportaje aparecido en Prensa Libre, en el Tribunal 8avo. de primera Instancia Penal, presidido por la Juez Yasmín Barrios se juzgó a Edgar Benjamín Martínez y Rigoberto Elí Castañeda López, habiendo sido encontrado culpables y condenados a 33 años de prisión. El acusador esperaba una sentencia de 50 años. El periódico indica también que la víctima se encuentra bajo el programa de Protección de Testigos del Ministerio Público. Yo no sentiría ninguna confianza si me encontrara bajo ese programa, que no cuenta con recursos suficientes siquiera para alimentar bien a los testigos protegidos, y les aísla completamente, sin mencionar los riesgos de que se produzca una fuga de información Seguramente Güicho y su familia viajaron de regreso a su refugio inmediatamente después de la declaración o la finalización del juicio.

Intenté localizar a alguien de su familia, pero en ninguno de los teléfonos registrados en la guía de colegiados activos me respondieron.

La condena a los atacantes no fue lo que se esperaba luego de ejecutar tres atentados de muerte. Lo que más preocupa es que no se conoce que haya un enjuiciamiento a los autores intelectuales de los atentados, los cobardes que pagaron por la eliminación física de la víctima. Sea lo que sea el problema que exista entre los empresarios, existen mecanismos legales para solucionarlos, y recurrir al asesinato, por normal que le parezca a parte del empresariado nacional, es un crimen que no debe quedar en la impunidad.

Por lo anterior, va hacia Güicho Rueda y su familia mi más sincero sentimiento de solidaridad, y mis oraciones para que su recuperación física concluya exitosamente. También comparto el miedo y la rabia por la impunidad institucionalizada en el país. Sin proponérselo, José Luis Rueda Calvet se ha convertido en un héroe de la lucha contra la impunidad.

En cuanto al gremio de ingenieros agrónomos, ambientales y forestales, creo que si aun nos queda sangre en la cara, lo menos que podemos hacer es emitir un comunicado de apoyo al colega, condenando los hechos y demandando justicia.