Thursday, August 28, 2008

Se desvanecen las pruebas contra MDF y sus cómplices

Pueblo de babosos es que somos, por no decir otra cosa. De dejados, agachados, taimados.

Ahora resulta que esta semana los presuntos propietarios retiraron las computadoras de MDF, la empresa que se puso a jugar con los legales pero inmorales ahorros de ejecución presupuestaria del Organismo Legislativo, con la discreta complicidad de éste. Ochenta y dos millones de quetzales para jugar en los mercados de especulación, que funcionan exactamente como el juego infantil de la perinola (¿quién lo recuerda?): tome el doble, tome el triple, deje todo y coma mierda. Los únicos ganadores fueron los embarrados con comisiones y préstamos provenientes de la cuenta.

El secuestro de las computadoras se logró sin la mínima oposición, con una velocidad ejemplar (¡malaya el sistema de justicia operara así!). Siendo quizá la única prueba forense de la administración de MDF, los registros digitales no tuvieron el resguardo judicial que, por ejemplo, le dan a un automóvil cuando en un accidente hay daños a personas.

El interventorcillo ni chista palabra, sabe muy bien a qué llegó y pronto se irá, con la satisfacción del deber cumplido. Los tres poderes del Estado y los partidos políticos chiflan y miran hacia otra parte, ninguno grita “fábol” ni levanta la mano para que se consulte al “ayman”.

Alguien dijo a los diarios que hicieron una copia de la información en los discos duros. ¿Qué juez dará valor a una prueba que puede ser fácilmente descartable por la sola presunción de manipulación? También secuestraron el mobiliario, y les daba tanta pena hacerlo que seguramente no quisieron dejar alboroto, y se llevaron los archivos llenos. Con el apoyo del Ministerio Público, si puedo creer en las fotografías de los periódicos.

La bien aceitada maquinaria de la impunidad se sigue moviendo, aplastando esperanzas, dignidades y paciencia. ¡Ya estamos en el mundial! El mundial de la inmundicia política. No cabe duda que llegaremos a finales. Pueblo de babosos es que somos, por no decir otra cosa.