Friday, November 21, 2008

¿Manifestación o manipulación?

El pasado martes 18 de noviembre la televisión y el diario vespertino La Hora reportaban que la ciudad capital de Guatemala había presenciado una multitudinaria manifestación de ciudadanos. Por las imágenes presenciadas, diría que se trataba de indígenas campesinos; hombres y mujeres. Es decir, personas que cargan encima ignominiosamente un doble y hasta triple estigma; el fondo de la olla social, los tontos útiles por virtud de su número e ingenuidad; el capital político, dicho en términos de voto obediente y no beligerante; la carne de cañón.

¿Qué hacían en la ciudad? Nada mejor que preguntarles, y eso fue lo que algunos medios de comunicación hicieron, y lo que yo mismo confirmé a través de personas que estuvieron presentes. Un amigo, profesional universitario y líder del movimiento Maya se encontró con varios de sus paisanos en el centro de la ciudad y les preguntó qué hacían. “Venimos a apoyar …y a pasear” dijeron con cierta ingenua picardía. ¿Qué venían a apoyar? No estaba muy claro. Muchos de los entrevistados respondieron, palabras más palabras menos, que protestaban contra la pobreza, para vivir mejor, obtener ayuda del gobierno y en el caso de los maestros, para obtener mejoras en su sector.

Pocos dieron la respuesta precisa que se podía decir de muchas maneras: otorgar respaldo al Organismo Ejecutivo/Presidente para que se apruebe un aumento al presupuesto del año 2009.

A la imprecisión en las respuestas y el desconcierto de los mismos manifestantes se unen ahora acusaciones documentadas de que la manifestación fue por acarreo, como se le llama a la vieja y mañosa práctica de organizar excursiones multitudinarias con promesas de recibir alimentación gratuita, ser tomados en cuenta si se consigue lo que se va a solicitar o simplemente cobrar deudas por bienes y servicios brindados, como si se tratara de favores del gobierno y no de su obligación constitucional. A la acusación de acarreo, que significa engaño y manipulación, se suman evidencias de que los gastos corrieron por cuenta del Ejecutivo. Ese es un delito llamado malversación de fondos. Además, se trató de un acto en el que un organismo del Estado coacciona –interfiere- con otro.

Por un momento dejemos a un lado el asunto del acarreo y malversación de fondos públicos, así como la interferencia entre poderes. Me preocupa que se cumpla la profecía del ministro de Finanzas Públicas (un profesional de brillante trayectoria) cuando advertía que de no aprobarse el presupuesto solicitado “se llegaría a una situación de ingobernabilidad”. Creo que no quiso decir eso, sino estaba amenazando con movilizaciones públicas si el presupuesto solicitado no era aprobado. Me recordó a Efraín Ríos Mont, cuando previo al jueves negro dijo que “las cosas se podían salir de control”.

Esta no es una homologación maliciosa, sino un llamado a la reflexión. En ambos casos, se pretende conseguir un objetivo a través de lanzar las masas a la calle. Y eso es precisamente lo que me preocupa.

Cualquiera que conozca medianamente la historia de Guatemala sabe que es práctica común infiltrar una manifestación de este tipo. Un solo disparo, una pedrada en una vitrina, un empujón brusco y todo aquello se vuelve un infierno. Si el gobierno realmente está luchando por los pobres, sabe que los enemigos son muchos y tienen suficiente capacidad para convertir una manifestación en una carnicería humana. Todo esto se presta además para continuar incubando la ingobernabilidad ¡desde el mismísimo seno del Estado!. Esa es mi gran preocupación: que se siga utilizando a la población ignorante como arma de lucha política partidista, y nos sigamos acercando más y más a la condición de Estado Fallido por iniciativa del mismísimo Gobierno de la Esperanza. Nadie que actúe de esa manera puede hablar de solidaridad y justicia. Nadie que recurra a eso puede mantener su autoridad moral, hablar de juego limpio y esperar apoyo cuando verdaderamente lo necesite. El despliegue del martes 18 fue totalmente innecesario en cuanto a influenciar al Legislativo; un mal parido golpe mediático; una provocación bravucona a la oposición; pérdida de autoridad moral y un triunfo de la prepotencia sobre la inteligencia.

Monday, November 10, 2008

Abusos al consumidor en las farmacias de la cadena Dr. Simi

El pasado 28 de octubre busqué una medicina en la Farmacia del Dr. Simi situada en el Boulevard San Cristóbal, frente al paso a desnivel. La medicina que necesitaba estaba etiquetada en Q.120.00, pero el cajero me indicó que tenía nuevo precio: Q.132.00. Le dije que no podía vender el producto a un precio diferente del etiquetado, a lo que respondió que eran instrucciones de la gerencia general. Como necesitaba la medicina y en la otra sucursal cercana no la tenían, decidí comprarla, pero anotar una queja en el libro de la Dirección de Atención al Consumidor (DIACO), que obligatoriamente debe estar a la vista y disposición del público en cada establecimiento comercial. No tenían el libro. Pagué la medicina y esta vez, a diferencia de docenas de compras anteriores, me extendieron factura contable. Hasta ese día noté que el “ticket” blanco que extiende la máquina registradora tiene el aviso: “Este documento no es factura”.

Regresé a casa a cumplir con lo que es obligación y no prerrogativa de todo ciudadano que se interese por acabar con la impunidad y el raterismo corporativo: denuncié el hecho ante la DIACO por vía telefónica, y me ofrecieron que investigarían en asunto. Dudo que lo hagan, y dudo aún más de los resultados.

Desafortunadamente, a pesar de la buena voluntad que creo que tiene la DIACO, esta no impone sanciones con poder disuasivo ni se constituye en querellante en procesos judiciales. Sus sanciones son apenas poco más que morales, algo así como: “¡No nene!”. Esto se debe a un asunto de diseño institucional (por lo tanto, política de Estado)no a sus funcionarios. Entre tanto, el Organismo Legislativo no termina de crear los instrumentos para una efectiva educación y asistencia al consumidor y usuario; el Organismo Judicial no se interesa en estos casos insignificantes y el Organismo Ejecutivo come en la misma mesa y viaja en las mismas naves de los evasores y especuladores.

Estos últimos, por supuesto, siguen estirando la chamarra en todos los campos posibles. Por algo está tan soplado el mentado Dr. Simi, que además se parece mucho a otro personaje de moda en la política nacional.