Wednesday, December 10, 2008

Breve comentario sobre las propuestas de ProReforma

La organización ProReforma está promoviendo por los medios de comunicación masiva (periódicos y televisión) la participación ciudadana para impulsar un paquete de reformas a la constitución, que incluye una transformación de la estructura de gobierno (creación de una Cámara de Senadores, entre otras cosas). También propone cambios en la estructura de los tres poderes del Estado (ver www.proreforma.org.gt/).

No intento abordar el tema completo en este medio, sino responder al ingeniero agrónomo Félix Medrano, quien pide una opinión al respecto. Dejo aquí solo algunas líneas generales de razonamiento.

La sociedad guatemalteca cuenta al momento con un número incalculado de normas y disposiciones que no se aplican. El texto constitucional es bastante completo (no digo que sea perfecto, deba ser inamovible o satisfaga los deseos e intereses de todos los grupos sociales), y hay leyes casi para todo. El gran problema es que no se respetan. La actual Constitución debiera ser suficiente para que vivamos en un Estado de Derecho, pero cualquiera la viola mientras la sociedad parece imperturbable.Hasta aquí dejo esta línea de razonamiento, agregando la pregunta: ¿Somos tan ingenuos para creer que un cambio en la Constitución va a llevar este país por el camino de la paz y la gobernabilidad? Desgraciadamente, yo no lo creo.

Una reforma constitucional no es un asunto de pocos. De los cambios contenidos en la propuesta de ProReforma, algunos me parecen adecuados y otros no. El problema es que si solo puedo participar suscribiéndome a lo que otros ya decidieron, pues no me interesa. Por difícil que sea en la sociedad guatemalteca, hay que discutir y tomar en cuenta las opiniones de los demás. Sea en un bando o el otro (no se salva nadie en esta sociedad bipolar), estamos acostumbrados a descalificar (de preferencia si es con falacias ad hominem) a quienes no piensan exactamente igual que nosotros. Demonizamos a cualquiera por el menor disentimiento, y de allí que no podamos generar consensos grupales, mucho menos sociales. Sin embargo, ante asuntos de semejante envergadura como cambios a la Constitución y la estructura del Estado, se necesita la penosísima apertura y discusión. Lo que propone ProReforma no es resultado de un proceso semejante. No me siento representado a un punto razonable

En Guatemala ha gobernado una corriente de pensamiento político-económico que propone la reducción del rol y tamaño del Estado (ideario apoyado por el llamado “Consenso de Washington”) donde el Estado queda limitado a la función de regulador y árbitro de conflictos (aunque sostienen que el mercado no debe ser sujeto de la regulación del Estado). A esta propuesta le ha faltado una dimensión social integradora, y la crisis económico-financiera global es una prueba irrefutable de que ese modelo ha sido un fracaso, y que la privatización de beneficios y socialización de pérdidas no es una opción para terminar con la pobreza. Esta misma corriente de pensamiento y sus operadores orgánicos promovieron en la década pasada la reducción a su mínima expresión del MAGA –para tocar un ejemplo en el campo de los ingenieros agrónomos- lo que creó una institución de apoyo a los pequeños y medianos proveedores de productos agrícolas de exportación, dejando por fuera a todos los no competitivos (medidos por los parámetros de la competitividad para la exportación), que desafortunadamente son la mayoría. Por ello, sin que una ley particular lo decidiera, la sociedad encontró como válvula de escape la migración masiva y la integración a muy efectivas redes de protección social, desafortunadamente de carácter ilícito (servicios a la industria transnacional de las drogas). Quienes no pudieron hacer ni eso se quedaron viviendo y reproduciendo miseria, desprotegidos por un Estado con mandato constitucional de garantizar su bienestar. Lo anterior no es un análisis de la problemática, y lo dejo hasta aquí para no desenfocarnos del tema principal.

Esta corriente de pensamiento que menciono en el párrafo de arriba tiene en Guatemala abogados permanentes, que impulsan sus ideas desde la cátedra universitaria y los medios de comunicación masiva. Estos apoyadores del neoliberalismo son las mismas personas que conforman la Junta Directiva y cuadros de apoyo de ProReforma. Puedo conceder que sinceramente crean en lo que propusieron como modelo político, económico y social para Guatemala en el pasado y presente, pero no puedo concederles la razón, a la luz de la irrefutable situación nacional. Por lo anterior, no firmaría así por así en apoyo de su propuesta sin antes conocer su análisis y conclusiones sobre el efecto de sus doctrinas. No tengo además ni una sola señal, mucho menos evidencia, de que tengan una nueva propuesta socio-económica.

Para mencionar algunas de las cosas que no me gustan en la propuesta, tomemos al Organismo Judicial. Se propone un OJ que interfiere en TODOS los conflictos, nacionales e internacionales (entre otras consecuencias, la política exterior queda en buena medida sujeta al OJ); un país que desconoce la legislación internacional (y por tanto, los acuerdos y convenios de cualquier índole) si a juicio del OJ es contraria a la Constitución; una Corte Suprema de Justicia integrada por magistrados vitalicios (o sea, hasta que se mueran): el OJ envía su presupuesto al Organismo Ejecutivo y este, con impedimento constitucional para hacer cualquier ajuste (no importa que no haya dinero), lo envía al Organismo Legislativo para su sanción. Es decir, un Organismo Judicial omnipotente y omnipresente; un desplazamiento del eje de poder para favorecer a un organismo del Estado sin mecanismos de auditoría económica, política y social. Quién controlaría al OJ? Principalmente los magistrados vitalicios.¿Y quién escoge a los magistrados vitalicios? ¡Allí está el detalle! En otras palabras, no habría que seguir combatiendo en campañas políticas cada cuatro años. Basta con dar un buen golpe al momento de elegir a los vitalicios y nos quedamos tranquilos, ya solo cuidando del bienestar de los 15 virreyes. Si los funcionarios del Ejecutivo se desvían un poco de la línea, pues al banquillo de los acusados, sin que valga el argumento de la independencia entre poderes. Si yo puedo conceder que estas personas han sido bienintencionadas en sus propuestas para el desarrollo integral de Guatemala, a cambio tendrían que concederme al menos que tengo razones para desconfiar del éxito de sus reformas.

Finalmente, creo que el cáncer de Guatemala no se encuentra en sus leyes. Tiene dos tipos de células patógenas incontroladas: los partidos políticos y la convicción de las personas de que “si no lo hacés voz (robar lo que está a la mano), de todos modos otro lo hará, así que pensá en tu familia y dale viaje”. ¡Hasta nos sentimos hombres y mujeres responsables cuando abusamos de nuestra posición en el gobierno o alguna empresa!

Sobre los partidos políticos, la situación es clara. Son ellos quienes definen las políticas, aprueban las leyes y ponen a los funcionarios (¡no los organismos del Estado!). Si el caudillo de un partido vende las candidaturas y no tiene escrúpulo alguno para aceptar financiamiento de donde sea al costo de después hablamos, obviamente estará dominado por gente esperando su momento para depredar, mientras una minoría con buenas intenciones lucha tenazmente por sobrevivir en la vida partidaria. Finalizada la campaña, hay que pagar las deudas. Se pagan con: favores para eliminar empresas de la competencia, puestos de gobierno, contratos de bienes y servicios, subsidios con dedicatoria, acceso a fondos públicos deliberadamente sin control. A eso le llaman realidades de la política y aplicación de las doctrinas de Maquiavelo, lo que lleva a los marchantes de la política a pensar que poseen talentos extraordinarios. ¿Podemos imaginar un partido político que llegue al poder sin deudas? ¿Un partido que elija a los funcionarios estrictamente por su calidad, no como los cócteles actuales que son una mezcla de todo? Pues bien, el día que tengamos una verdadera reforma del sistema de los partidos políticos, y que sus líderes establezcan estrictas normas éticas entre los afiliados, ese día principiará el verdadero cambio. Esa es la reforma a la que me suscribiría de inmediato, no al cambio de leyes que nadie ha respetado por otras que tampoco respetará porque el sustrato ético y moral no cambia. Los agrónomos sabemos mucho de relaciones agua-suelo-planta, ¿no es verdad? Entonces comprendemos el concepto sistémico. Las leyes son solo un elemento del sistema nacional, y no el más urgente en este momento, salvo contadas excepciones.