Friday, September 18, 2009

Impunidad y exclusión social: el caso de Sara Ernestina

El Obituario de ElPeriódico del miércoles cuatro de marzo de 2009 anunciaba el velatorio de Sara Ernestina Flores Osorio. Sus restos estaban en una modesta funeraria de la zona once en la capital de Guatemala, y sería enterrada en el igualmente modesto cementerio La Verbena.

Cualquier muerte es una tragedia para los deudos, pero el caso de Sara Ernestina tenía elementos adicionales, como se sabría algunos días después, a través de la columna del licenciado Eduardo Villatoro, del diario La Hora. Esta fue, para principiar, una muerte evitable, injustificable y llena del misterio hediondo de los casos de impunidad a la guatemalteca.

Sara Ernestina era una niña adolescente de 17 años. Se acercó al hospital por causa de fuertes dolores de estómago y vómitos. Era la noche del lunes dos de marzo.

A eso de las nueve, Sara Ernestina llegó a la sala de emergencia del hospital Roosevelt ,acompañada por su madre, doña Sara Osorio.

Luego de un reconocimiento rápido (sin tomar signos vitales ni establecer un perfil médico), le aplicaron una inyección y le suministraron suero vía intravenosa. Esto fue ordenado por un médico cuyo nombre ha sido aparentemente ocultado por las autoridades y de quien sólo se sabe que ha perdido mucho de su cabello (la madre se refiere a él como “el doctor pelón”).

A los minutos surgió una complicación, pues el catéter o manguerita principió a llenarse de sangre. El médico hizo presión sobre la bolsa de suero hasta revertir el flujo de fluido y agotar su contenido.

Poco después, Sara Ernestina vomitó sangre e indicó que sentía mucha sed y se le dormían las piernas. Angustiada, la madre buscó atención para la niña, pero el médico que la había canalizado ya se había retirado y quienes quedaron a cargo se negaron a ayudar porque, según la madre, “no era su caso”, y debía ser atendida por el mismo médico.

A este punto, Sara Ernestina no había sido colocada en camilla, sino reposaba en una silla. La madre vio una camilla libre y la colocó ahí. Dos horas más tarde regresó el médico tratante y le dijo a la madre que la llevara para su casa. La niña intentó ponerse de pie, pero las piernas no resistieron y cayó al suelo. El médico le aplico nuevamente suero, esta vez acompañado de un medicamento no identificado por la madre. Media hora más tarde, la niña le indicó a su madre que sentía dormido todo el cuerpo y le costaba hablar. Antes de que dieran las tres de la mañana, desfalleció.

Los médicos se alarmaron y llevaron a Sara Ernestina a cuidados especiales. Minutos más tarde le informaron a su madre que había fallecido.

El asunto, desde ese momento, ha sido tratado con máximo hermetismo por médicos, autoridades hospitalarias, despacho del Ministerio de Salud y Ministerio Público. Al padre de Sara Ernestina le dijeron que había muerto por arritmia cardíaca. El certificado de defunción certifica, increíblemente, muerte por estrangulación. Sí, según el INACIF, Sara Ernestina fue estrangulada. Los documentos que les habían entregado en el hospital fueron decomisados y al momento no aparecen. Durante la autopsia, el cadáver fue abierto de las orejas hacia los hombros y de las axilas a los senos. El viceministro de salud Ludwing Ovalle confirmó el dictamen forense a un reportero de La Hora, pero negando que eso hubiera sucedido dentro del hospital. ¿La estrangularon en el INACIF, entonces?

Se hizo una denuncia a la Procuraduría de los Derechos Humanos y se pidió una investigación exhaustiva. El ministro de salud, Dr. Celso Cerezo, se comprometió con el diario La Hora a ordenar una investigación exhaustiva. Transcurridos cuatro meses, sólo se sabe que el caso está en manos de la fiscal Leslie Cartagena, de la agencia 16 de Delitos contra la Vida. La familia ha solicitado información sobre el avance de las investigaciones, pero al momento no hay nada.

GUATEMALA: Exijamos una investigación pronta, demandemos justicia y contribuyamos a construir un Estado de Derecho. Sara Ernestina Flores Osorio no es un caso de alto impacto simplemente por haber sido pobre. El encubrimiento de las faltas y delitos cometidos en este caso parece a las autoridades más importante que conocer la verdad. Evitar el escándalo que puede salpicar a todo el sistema de salud y justicia parece ser la prioridad.

Basta de callar. Participemos todos en demandar justicia. Enseñemos a nuestros hijos cómo se construye una Guatemala mejor.