Friday, March 27, 2009

Si yo fuera amigo de Álvaro Colom y Otto Pérez Molina.

Aunque no es el caso, me gustaría mucho ser un amigo de antaño de Álvaro Colom y Otto Pérez Molina, ser de los raros amigos que les acompañarían en las buenas y en las malas. Por supuesto, la amistad no la utilizaría para pedirles algún puesto o asegurar una candidatura.

Si fuera amigo de Álvaro Colom, estas podrían ser mis palabras:

“Álvaro, sabés que si no creyera en vos no me tomaría la molestia de buscarte. Te quiero hablar como amigo sincero. Hay cosas que debés ver con más cuidado. Sabemos que la percepción no siempre refleja la realidad, pero esa es la punta del iceberg y quizá allí esté fallando tu gobierno.

Sé que sos honesto cuando pedís perdón por los crímenes de gobiernos anteriores. Pero debés mantener congruencia entre el pasado y el presente. La tomás muy rápido contra quienes disienten de tus actos de gobierno, creeme que algunos lo hacen de muy buena voluntad. La percepción que estás creando es que sos capaz de pedir perdón por los errores de los demás, pero no llegás siquiera a admitir los tuyos. Muchas críticas a tu programa de cohesión social –algo que muchos países pobres deberían imitar- se refieren más al asunto de la transparencia. De nuevo aquí un asunto de percepción, pues pierde credibilidad un gobierno que quiere acabar con la corrupción pero no pone un ejemplo claro de transparencia.

Pero ese no es el asunto que me llevó a buscarte, sino el de la delincuencia. Fijate que según mi opinión, lo que te llevó a ganar la presidencia fue tu propuesta de combatir la delincuencia con inteligencia. La sociedad guatemalteca está enferma, Álvaro, la apresa una especie de demencia violenta, una agresividad que se desata con la más mínima provocación. Se da en el seno de la familia, en el trabajo, el mercado, el tráfico, en cualquier parte. Tu promesa de inteligencia por mano dura caló hondo, y la percepción generalizada es que solo fue palabrería de campaña.

Debes admitir que has contribuido a esa percepción. Recordá que a dos semanas de tomar el gobierno, dijiste a toda la nación que ya habías conseguido reducir la delincuencia. Se te veía feliz, como diciendo: “Ya ven, nosotros sí sabemos hacer el trabajo”. Fue una pena, porque a partir de ese prematuro anuncio, las cosas se pusieron mucho peor. ¿Ves el tema de percepción? Si las cosas mejoran, es por la calidad de este gobierno —que hoy ya no puede seguirse llamando a si mismo “nuevo” (y eso lo hiciste así a partir de los anuncios para los primeros 100 días)—. Si las cosas empeoran, entonces es por culpa de los gobiernos anteriores. Es casi como si dijeras que antes de llegar al poder no comprendías bien las dimensiones ni causas de la delincuencia y violencia.

Tu discurso del martes 24 de marzo vino a complicar las cosas. Sabés que para la mayoría de guatemaltecos, “papá” o “tata” presidente es todopoderoso, resuelve cualquier cosa con una simple orden. Lo sabe todo. Recuerdo que en algún momento comentamos que esa era una de las desventajas de la Presidencia.

Álvaro, no tenés idea del pánico que reina en las calles. Nadie quiere salir, nos pasamos el día llamando por teléfono a la familia para saber si ya salió, si ya llegó, si está bien. Estamos al borde de la locura, y cuando esperábamos del Presidente un discurso contundente, apareciste dando una imagen de inseguridad. Te veías tan atemorizado como nosotros, te confundiste varias veces con el texto, tus ademanes fueron monótonos. Por si eso fuera poco, no transmitiste un mensaje de confianza. Más bien pediste paciencia y valor, un valor que no estabas transmitiendo con tu lenguaje corporal o verbal.

De todo lo que dijiste, lo que más te perjudica es que el plan de desestabilización se debe a tus éxitos en el combate a la delincuencia. Si vos te lo creés, es un fallo enorme. Y si no te lo crees, tené por seguro que la población lo percibió. No me lo tomés a mal Álvaro, te estoy hablando como un verdadero amigo.

Cuando mencionaste que todo era resultado de una campaña de desestabilización, la gente esperaba que identificaras a los causantes por nombre, que dijeras cómo habrían de ser llevados ante la justicia. Todo se quedó en un acertijo, en algo que sólo los muy entendidos pueden desentrañar de entre las líneas. Se esperaban medidas claras, directas e inteligentes, mucho más que tu simple llamado a no perder la calma.

Realmente Álvaro, no quisiera estar en tus zapatos. No tenés idea de cómo la arbitrariedad campea en todos los niveles de mando de tu administración. La clase media, como sabés, ha sido el sustento del sistema de inequidad porque nunca toma partido y sólo se acomoda. Calla y otorga, no quiere despertar a los demonios. Pues la clase media trabajadora (profesionales universitarios, tecnócratas y mano de obra calificada) está más amenazada que cuando los peores nubarrones oscurecieron Guatemala. Los favores políticos, la asignación de puestos por nepotismo, amiguismo, pago de deuda política y demás están minando la fe, confianza e indiferencia de la clase media (esto siempre existió, pero no desplazaba del todo a la “meritocracia”).

En fin Álvaro, no te quiero atormentar. Pensá por favor en que estás ahorrando trabajo a tus opositores. Pensá que estás en el momento justo para dar un paso al frente o al lado. Como amigo me duele decirte esto, pues sé que sos un socialdemócrata de corazón. No permitas que éste se convierta en el gobierno de la desesperanza, ni que la historia lo señale como aquel en que finalmente explotó la ingobernabilidad y el caos social. Sé que llegaste al poder por amor, y la percepción es que fue por amor al poder. Da un giro rápido para cambiar la percepción, y avanzá para cambiar la realidad. Necesitamos ambas cosas para no perder la cordura”.

Es una lástima que en realidad yo no sea ese amigo de Álvaro Colom, pero espero sinceramente que lo tenga, y que pueda decirle lo mismo en sus propias palabras.

En cuanto a Otto Pérez Molina, si fuera su amigo entrañable le diría:

“Otto, sabés que difícilmente se llega a la Presidencia en el primer intento. Las cosas corrieron muy parejas en las últimas elecciones, lo que te dejó con un importante capital político. Sin embargo, siento que lo estás malgastando y todavía es tiempo de que rectifiqués.

Básicamente, creo que seguís en campaña, y eso es una mala lectura de los tiempos políticos.

El jueves 26 de marzo apareciste en la televisión repetidas veces, con un enérgico mensaje en contra de la violencia y explotando la debilidad del mensaje de Álvaro Colom. Pero fueron tantas, que la población lo tomó como un acto de campaña y por lo tanto, señal de poca sensibilidad al dolor y angustia de los hogares guatemaltecos.

Tu mensaje de mano dura no consiguió ganar al de la inteligencia. Sabemos que esos son solo estribillos de campaña, pero pareciera que no captaste el mensaje.

Hablar de la pena de muerte conociendo el alboroto que eso causa te presenta más como terco que como enérgico. Soy consciente de tu amplio conocimiento en temas de seguridad, igual que de tus contribuciones a la Paz. Entonces, utilizá eso para convencer a la gente.

Te digo dónde creo que está la falla estratégica: insistís mucho en lo que debe hacer Álvaro Colom, y en decir cómo lo harías en su lugar. Si en realidad no estás en prematura campaña, nadie te lo cree, Otto.

Hay muchas cosas que están en tus manos, y en eso deberías concentrarte. Tenés la oportunidad privilegiada de mostrarte como un patriota legítimo, no como un candidato del partido Patriota. Me refiero, Otto, a que en vez de decir qué debería hacerse, podrías hacer directamente.

Olvidate de los partidos. Anunciá a la población una agenda legislativa, las iniciativas de ley que tus diputados preparan para apoyar en el combate a la impunidad, la sociedad de privilegios, la delincuencia ilegal y consentida. Entregá las iniciativas públicamente, cuidando que tus diputados sean en todo momento, dentro y fuera del hemiciclo, ejemplo de patriotas. Hablale a la población sobre tus propuestas, llamala para manifestarse en apoyo de esas iniciativas, y verás como el pueblo te responde. Eso sí, deja las banderas del partido en casa. Todos saben quién sos, no necesitás una camiseta anaranjada.

Otto, me gustaría tanto verte en primera línea como general de la Paz. Luego verías como la gente te sigue. En otras palabras, demostrá sos gente de acción antes que de palabra, y que lo sos aun sin ser presidente. No desperdicies esta gran oportunidad.”

Que lástima de verdad que no pueda tocar la puerta de ambos personajes, ser recibido con un abrazo, y con un vaso afloja-palabras en la mano decirles lo que hay en mi corazón.