Friday, February 8, 2013

Yo sé quién bloquea las carreteras



 Publicado por Plaza Pública el 19 de octubre de 2012

Yo sé quién bloquea las carreteras.  Aquí los denuncio.

Delincuentes.  Traidores.  Parásitos que chupan los recursos del gobierno con el mínimo esfuerzo.  Violadores del derecho ajeno, enemigos del desarrollo.  

Hablo de los bloqueadores de carreteras, pero no las de asfalto.  Hay carreteras en Guatemala que son sistemáticamente cerradas, intencionalmente dejadas a la mitad, saboteadas cada cuatro años.
Las consecuencias económicas, políticas y sociales de esos bloqueos son multimillonarias, los sabotajes se pagan con cuotas de sangre.

Cuando un partido político o un grupo económico decide paralizar la discusión de leyes importantes para despejar las vías del desarrollo, está violentando una carretera, violando el derecho de este maltratado país para tener un futuro mejor.

Se invade la vía pública y se destruye el patrimonio social colectivo cuando un grupo económico usurpa funciones políticas y compra diputados a voluntad, haciéndoles  entorpecer el trámite de la ley contra el enriquecimiento ilícito porque terminaría con su negocio de tráfico de influencias.  Hacer mutis por el foro viene a ser lo mismo. Sí, como se ve, el CACIF y los partidos políticos también la pueden hacer de delincuentes terroristas, subversores de la paz social, saboteadores del Estado de Derecho. 
Si el sistema de partidos políticos y el Organismo Legislativo hicieran su papel, los diputados que usurpan, tranzan y prostituyen la representación política de Totonicapán y Quiché hubieran servido de canal para las inquietudes de los pobladores y hubieran evitado ocho muertes innecesarias.  ¿No son acaso sus representantes legítimamente electos?

Los partidos políticos bloquean las carreteras hacia el futuro digno al venderse en pérfida subasta  al mejor financista de despilfarradoras y desesperantes campañas.  Así, antes de tomar posesión de los cargos, la construcción  de la carretera para salir del subdesarrollo queda obstruida.  Luego,  no nos queda sino ser testigos de cómo los negocios públicos se usan cínicamente para pagar sobradamente deudas de campaña.  Así son las cosas en este bazar de esperanzas, donde controlar los excesos y violaciones a la Ley Electoral resulta muy caro, y las exoneraciones de hasta 90% de las multas se pueden arreglar fácilmente, entre carcajadas y embarradas.

Cuánta carretera destruida, cuánto tráfico desviado, cuánta pérdida incalculable por la perfidia política y los intereses de minorías económicas y mafiosas que tienen, literalmente, tomadas nuestras carreteras, caminos secundarios y hasta vereditas de a pie.  

Cómo se califica cuando los sectores poderosos usan a los diputados como muñecos de baterías, que se encienden y se apagan a voluntad.  Cuando se redacta una Constitución Política que asegura el enriquecimiento fácil del sector financiero a cambio de deuda interna, a ser pagada por la clase asalariada de hoy y pasado mañana.

Y qué tipo de bloqueo será la postergación ad eternum de la discusión de un pacto fiscal que se base en justicia tributaria y no en proteccionismo de cuota.  ¿Debería haber cárcel por eso? ¿Debería identificarse públicamente a los manipuladores de los hilos?

Y que no vengan ahora a colgar etiquetas de comunistas, subversivos, resentidos  y demás a quienes alcen la voz y denuncien a los otros tapa carreteras.  Eso no es más que una cortina de humo, una discreta insinuación al servil dinosaurio.  

Dejo algo muy claro: no estoy a favor de la toma de carreteras como medio de protesta.  No simpatizo con el uso de la violencia para hacerse escuchar.  Condeno que se haya obligado a pobladores de Totonicapán a hacerse presentes en la carretera.  

Propongo que acabemos con los bloqueos y se castigue a los responsables.  A todos, incluyendo a quienes lo hacen como medio de enriquecimiento, no solo a quienes les obliga la desesperación, la pobreza y la desesperanza.

En memoria de María García Ramírez, quien se colgó de una viga en Jocotán, departamento de Chiquimula, por la inaudita razón de no tener qué comer, mientras la fétida lacra político-económica continúa imperturbable la repartición deshonesta de “huesos con carnita”.

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