Publicado por Plaza Pública el 19 de octubre de 2012
Yo sé quién
bloquea las carreteras. Aquí los denuncio.
Delincuentes. Traidores.
Parásitos que chupan los recursos del gobierno con el mínimo esfuerzo. Violadores del derecho ajeno, enemigos del
desarrollo.
Hablo de
los bloqueadores de carreteras, pero no las de asfalto. Hay carreteras en Guatemala que son
sistemáticamente cerradas, intencionalmente dejadas a la mitad, saboteadas cada
cuatro años.
Las
consecuencias económicas, políticas y sociales de esos bloqueos son
multimillonarias, los sabotajes se pagan con cuotas de sangre.
Cuando un
partido político o un grupo económico decide paralizar la discusión de leyes
importantes para despejar las vías del desarrollo, está violentando una
carretera, violando el derecho de este maltratado país para tener un futuro
mejor.
Se invade
la vía pública y se destruye el patrimonio social colectivo cuando un grupo
económico usurpa funciones políticas y compra diputados a voluntad,
haciéndoles entorpecer el trámite de la
ley contra el enriquecimiento ilícito porque terminaría con su negocio de
tráfico de influencias. Hacer mutis por
el foro viene a ser lo mismo. Sí, como se ve, el CACIF y los partidos políticos
también la pueden hacer de delincuentes terroristas, subversores de la paz
social, saboteadores del Estado de Derecho.
Si el
sistema de partidos políticos y el Organismo Legislativo hicieran su papel, los
diputados que usurpan, tranzan y prostituyen la representación política de
Totonicapán y Quiché hubieran servido de canal para las inquietudes de los pobladores
y hubieran evitado ocho muertes innecesarias.
¿No son acaso sus representantes legítimamente electos?
Los
partidos políticos bloquean las carreteras hacia el futuro digno al venderse en
pérfida subasta al mejor financista de despilfarradoras
y desesperantes campañas. Así, antes de
tomar posesión de los cargos, la construcción
de la carretera para salir del subdesarrollo queda obstruida. Luego,
no nos queda sino ser testigos de cómo los negocios públicos se usan cínicamente
para pagar sobradamente deudas de campaña.
Así son las cosas en este bazar de esperanzas, donde controlar los
excesos y violaciones a la Ley Electoral resulta muy caro, y las exoneraciones
de hasta 90% de las multas se pueden arreglar fácilmente, entre carcajadas y
embarradas.
Cuánta
carretera destruida, cuánto tráfico desviado, cuánta pérdida incalculable por
la perfidia política y los intereses de minorías económicas y mafiosas que
tienen, literalmente, tomadas nuestras carreteras, caminos secundarios y hasta
vereditas de a pie.
Cómo se califica
cuando los sectores poderosos usan a los diputados como muñecos de baterías,
que se encienden y se apagan a voluntad.
Cuando se redacta una Constitución Política que asegura el
enriquecimiento fácil del sector financiero a cambio de deuda interna, a ser
pagada por la clase asalariada de hoy y pasado mañana.
Y qué tipo
de bloqueo será la postergación ad
eternum de la discusión de un pacto fiscal que se base en justicia
tributaria y no en proteccionismo de cuota.
¿Debería haber cárcel por eso? ¿Debería identificarse públicamente a los
manipuladores de los hilos?
Y que no
vengan ahora a colgar etiquetas de comunistas, subversivos, resentidos y demás a quienes alcen la voz y denuncien a
los otros tapa carreteras. Eso no es más
que una cortina de humo, una discreta insinuación al servil dinosaurio.
Dejo algo
muy claro: no estoy a favor de la toma de carreteras como medio de
protesta. No simpatizo con el uso de la
violencia para hacerse escuchar. Condeno
que se haya obligado a pobladores de Totonicapán a hacerse presentes en la
carretera.
Propongo
que acabemos con los bloqueos y se castigue a los responsables. A todos, incluyendo a quienes lo hacen como
medio de enriquecimiento, no solo a quienes les obliga la desesperación, la
pobreza y la desesperanza.
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