Saturday, June 15, 2013

De Lance Armstrong a Efraín Ríos Montt



(Artículo publicado en Plaza Pública del lunes 4 de febrero de 2013).
 
Según los sicólogos, el ser humano tiene una tendencia natural a decir la verdad.  Esa es la hipótesis detrás de técnicas analíticas como el lenguaje corporal, análisis de retina y el famoso “detector de mentiras” o polígrafo.  Se miden respuestas fisiológicas en una variedad asombrosa  porque, nos guste o no, las reacciones son  distintas cuando se dice una verdad o una mentira.

Encontramos algunos individuos excepcionales, con el conocimiento y control necesarios para confundir a los cazadores de engaños, pero ello solo confirma el hallazgo de la ciencia.

 Lance Armstrong es un súper  villano de moda.  Mintió y negó por más de una década que se dopaba para ganar carreras en bicicleta.  Sus triunfos lo elevaron al Olimpo deportivo, haciéndole  un héroe, un modelo a seguir y, no menos importante, un hombre muy rico.

Las librerías no habrían cambiado los tomos de Armstrong de la sección Biografías a la de Ficción de no ser por el empeño de algunas personas de la USADA, una ONG estadounidense que se ocupa de investigar y prevenir el dopaje en el deporte olímpico.  Si Armstrong no hubiera ganado la medalla olímpica de bronce en Sidney 2000, quizá no habría obtenido la atención de la USADA.   Curiosamente, la Unión Ciclista Internacional (UCI) es mucho más afectada que la USADA (un record de siete Tour de France no es poca cosa) pero nunca puso el empeño de la mencionada ONG en demostrar el fraude continuado. 

“No se ha demostrado nada” y “Si tiene pruebas, que las presente ante la ley” son expresiones que escuchamos continuamente de quienes buscan defenderse  de alguna acusación.  Esto es dar un rodeo, lanzar la pelota para que el perrito corra tras ella.  Lo que en realidad quisieran decir pero no pueden es “Soy demasiado listo para ustedes, no dejé ninguna evidencia”, o “no actué solo, estoy protegido porque si caigo yo, caen muchos”.  Sí, irse por la tangente es algo que alivia la carga de mentir, medias verdades con medias mentiras causan menos molestias al encarar una acusación.

Y sucedió de pronto al mitológico ciclista: el empeño de la USADA lo llevó a la confesión.  Imagino cuánto le habrá costado, sabiendo la avalancha de vergonzosas consecuencias y la cantidad de personas  e instituciones que arrastraría con él.  Personas que decía amar y proteger.  Sus hijos.  Sus amigos.  A pesar de todo ello, ¡Qué alivio habrá sentido al decir buena parte de la verdad!  Haberse desembarazado de la mentira será un renacer espiritual para el atormentado señor Armstrong.  Quizá hoy no lo sepa,  pero su confesión puede haber sentado las bases para  la refundación de un deporte espectacular.

Y mientras sigo el desarrollo del caso, no puedo dejar de pensar en Efraín Ríos Montt y sus compañeros de equipo.   ¿Llegaremos a conocer las decisiones del  Jefe de Estado durante su cruzada mesiánico-político-militar contra el demonio del comunismo insurgente?   ¿Qué cosas pasarán por su mente cuando siente el impulso natural de contar toda  la verdad? ¿Qué alteraciones fisiológicas presentará su cuerpo cuando tiene que negar el vínculo entre cadena de mando y masacres campesinas?

 Quiero pensar que a veces siente que sus oraciones ya no son escuchadas y que debe hacer algo para cambiar ese hecho doloroso.   Como creyente cristiano, sabe que sólo la verdad nos hará libres.   Una verdad que al final obrará el milagro de demoler los obstáculos para la paz y reconciliación, permitiéndonos soñar de nuevo con un proyecto de nación inclusiva.  

Ninguna de las cosas que quiso hacer por Guatemala,  los deberes que se impuso o los intrincados diseños de su mente le llevaron al sitial de hito histórico.  Lo que puede lograrlo es  una cosa que no requiere de discursos elaborados, artilugios o campañas: la verdad.  Ni siquiera tiene que arrepentirse.

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