Saturday, June 15, 2013

Estadistas de estadio, no de Estado

(Publicado en Plaza Pública el 9 de mayo de 2013)



Hace poco me encontré con un documento que casi me hace brincar de la silla. A primera vista es un buen documento técnico sobre seguridad alimentaria; sin embargo, posee un elemento explosivo que se revela más abajo.

En la parte técnica, establece relaciones acción-reacción entre seguridad alimentaria y las siguientes variables: agua, cambio climático, mujer, Derecho Humano a la Alimentación, biodiversidad, mercados agroalimentarios, agrocombustibles, seguridad pública global y nacional, hambre, y conflicto. Un enfoque de gran amplitud.

Transcribo una pequeña parte: “El incumplimiento del compromiso de erradicar el hambre no se debe a la enormidad de la tarea, a la insuficiencia de recursos y a la carencia de conocimientos científicos y recursos técnicos adecuados. La gran paradoja es que seguimos conviviendo con un problema que tiene solución pero que no lo resolvemos, aunque constituye una de las más acuciantes amenazas para la seguridad colectiva y para la seguridad global.

Como se plantea en este trabajo, la seguridad colectiva, la seguridad que como seres humanos demandamos, no podrá ser una realidad efectiva sin lograr la seguridad alimentaria. Mientras más de mil millones de personas en el mundo pasen hambre, la seguridad colectiva estará siempre amenazada, porque no es exagerado afirmar que el hambre es, con mucho, la mayor pandemia que sufrimos y una de las mayores amenazas para la humanidad. Y sin embargo, esta pandemia tiene solución y así se ha venido reconociendo de manera explícita durante los últimos cincuenta años”.

El documento no debería causar extrañeza. Estos temas han estado en agendas de cumbres mundiales, encuentros regionales y declaraciones políticas desde hace muchos años. Además, la seguridad alimentaria ha ocupado un alto sitio en la agenda política de los últimos cuatro gobiernos guatemaltecos.
Pues bien, ¿a qué viene entonces el asombro? A algunos les parecerá una receta de cualquiera de esos países fastidiosos que nos quieren decir cómo gobernarnos, como si no lo supiéramos. Podría también venir de izquierdistas resentidos, de activistas con una agenda de conflicto. Todo lo anterior estaría muy equivocado, porque hasta el CACIF y FUNDESA reconocen que el primer problema del país es la desnutrición. Pues he aquí que ese enfoque holístico del hambre viene de las mismísimas Fuerzas Armadas. De España, por supuesto.

El cuaderno de Estrategia 161 del Ministerio de la Defensa identifica los temas ligados al hambre como un obstáculo monumental a la seguridad, y reconoce que la crisis del hambre es también una crisis cívica y moral. Dice además que “no tenemos una crisis en el sistema, lo que tenemos es un sistema en crisis que produce crecientes escombros sociales cuya manifestación última son la pobreza y el hambre.”
¿Cómo responde Guatemala a esta revelación de alta política, de verdaderos estadistas?         El país presume su estructura institucional, su marco de políticas y su programa estrella para el combate al hambre: Pacto Hambre Cero (PHC). Al paquete se le considera un producto de exportación. Al fin de cuentas, los resultados no se ven de inmediato pero de que somos buenos, lo somos y el mundo debería copiar nuestro modelo. No se necesita alcanzar las metas para lanzar las campanas al vuelo.

Entre tanto, un informe de misión de la Procuraduría de los Derechos Humanos sobre los municipios de San Mateo Ixtatán y San Miguel Acatán (Huehuetenango) reporta: “1. En los dos municipios visitados hay un aumento de desnutrición aguda en el 2012 en comparación con el 2011. Preocupa ese aumento, en especial, si se toma en cuenta que ambos municipios son la punta de lanza de la implementación del PHC, que implica la focalización de recursos humanos, técnicos y financieros, así como el fortalecimiento de los mecanismos de las instituciones del Organismo Ejecutivo”.

Mientras se habla de PHC, las asignaciones presupuestarias no se realizan, la ejecución del gasto no avanza según la programación y la asistencia está parasitada por el clientelismo político y la corrupción. De poco sirve que haya algunos funcionarios que se dejan la piel en la promoción del combate al hambre. La indiferencia de quienes mandan puño en pecho, la cultura de rapiña y la lucha por el control del poder local desde los puestos de asalto llamados curules envilecen todos los esfuerzos. ¿Visión de largo plazo? El que venga atrás, que arree.

Mientras verdaderos estadistas ven con claridad la amenaza a la paz y el desarrollo que representa el hambre, los otros, los estadistas porque asisten al estadio, ellos piensan que las metas que se obedecen y no se discuten son las que están en la agenda confidencial.

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