Artículo en PlazaPública, edición del 3 de noviembre de 2012.
Las aduanas nacionales no son foco sino punto neurálgico de la corrupción. Desde hace años han sido la presa favorita, el elote más grande y tierno del canasto. Para aprovechar las fortunas particulares que pueden forjarse, ha sido oportuno organizarse en grupos tipo sociedad secreta, con todo y ritos especiales. ¡Vamos! Seamos claros. Cárteles es el nombre correcto.
Recuerdo que durante el gobierno de Vinicio Cerezo fui a visitar a un ex –colega que se había pasado a trabajar al sistema aduanero. Mientras conversábamos, varias personas llegaron a su oficina, le entregaban una tarjetita, explicaban que venía de parte de zutano o mengano y en respuesta, él sacaba un sello de hule, de esos que se les compran a los niños. Tenía osos, perros, leones, caritas. Escogía uno y lo estampaba en la parte trasera de la tarjeta. Vaya con fulano de tal, y le entrega esto.
No pregunté ni él me ofreció explicación
alguna. Estampaba diferentes
figuras. ¿Prioridad? ¿Tarifa que debía
aplicarse? No podía ser nada bueno.
En opinión de quien escribe, durante el
gobierno de Vinicio Cerezo se crearon las condiciones para que los militares
poderosos pasaran de usar el sistema para apropiarse legalmente de grandes
extensiones de tierra (FTN, Petén) y se convirtieran en empresarios, actuando al amparo de privilegios. Más tarde se profundizaría en los negocios sucios, como las drogas, trata de
blancas, tráfico de armas propias y ajenas, etcétera. Una anécdota oportuna: por su conocida
honradez, el presidente Idígoras, si bien recuerdo, le ofreció a mi abuelo, el
teniente coronel Manuel Ángel Ponce Amézquita,
el puesto de Director General de Aduanas, al lo que él respondió: “No, esa es una cueva de
ladrones. Vos sabés que no soy como
ellos y cuando salga del puesto la gente no va a creer que no güevié,
terminaría metiéndole un tiro a alguien.
Mejor déjame fundar la Escuela Nacional de Educación Física”. Como mi abuelo, hay muchos militares horados,
jubilados y en servicio.
Los medios de comunicación han abundado en
comentarios alrededor de la Red Moreno y cómo él era apenas un peón del
juego. No se necesita decir más para
saber que Aduanas sigue siendo un jugosísimo premio y que algunos militares han
sido clave para blindar el sistema contra los controles. De ahí que algunos pensemos, sin evidencia
suficiente para montar causa, que estamos presenciando un intento de relevo en
el control del negocio. Mención especial
debe ir a los empresarios que basan en el manejo de sistemas corruptos su
permanencia e irrupción en las listas de ricos y poderosos.
Es claro que se necesita una intervención del
sistema, pero no la que se ha estado planificando. Necesitamos la intervención de un Presidente
con carácter, un patriota, alguien que haga compromisos y no promesas. Un líder del siglo, mejor si con antecedentes
en inteligencia militar y buenas conexiones con el sector privado honesto para
tener mayor acceso a la información sobre corruptos y corruptores. Alguien con mano dura contra la corrupción,
venga de donde venga. Un Presidente tal
rompería cualquier compromiso en mala hora adquirido con amigos y financistas de
campaña y cambiaría los mandos medios y altos en el sistema, asegurándose de
poner personal seleccionado por méritos éticos y profesionales. No permitiría el tráfico de influencias, las
recomendaciones de diputados, miembros del partido (así se trate de la
mismísima cúpula), amigos, colegas y ex –colegas. Demandaría al Congreso una Ley de Servicio
Civil, para garantizar un buen sistema de selección y promoción de
personal. Haría de las aduanas un tema
de carrera y no de oportunidad para el enriquecimiento. Usaría la información de inteligencia para
desarticular las estructuras que han tenido al sistema como rehén desde hace
muchos años. Lo lindo de esto es que no
necesitaría de leyes ni medidas controversiales y tendría el apoyo total de la
ciudadanía.
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