Sunday, May 25, 2014

El hambre muerde en el corredor seco

Artículo publicado en el periódico digital Plaza Pública el 22  de febrero de 2014.

La mesa de trabajo está llena de documentos. Son al menos nueve, más unos cuantos abiertos en la computadora. Decidir por dónde principiar la síntesis resulta complicado.

Todo principió con el recrudecimiento de las infestaciones de la roya del café desde 2012. El resultado de esta enfermedad es una brusca caída en la cantidad de café que cada planta puede producir. La calidad también se ve afectada. ANACAFE y MAGA han difundido abundantes estadísticas al respecto.

Luego vino una caída de precios en el mercado internacional. Los cafetales producen menos y se recibe menos dinero por quintal comercializado. La crisis de precios y la situación fitosanitaria hizo que el sector difundiera la alarma, y la respuesta gubernamental fue un Fideicomiso específico. Al menos algunos productores pueden aplicar a préstamos especiales. Lo trágico es que esto no aplica a pequeños productores, porque un requisito básico es poseer título de propiedad.

ANACAFE advierte además de otro efecto de la crisis: la caída de empleo. Son 210,00 puestos de trabajo los que se estiman perdidos en el sector. Los trabajadores temporales (90,000) provienen de diversas partes del país, y tienen en común que son campesinos sin tierra o productores en tierras marginales que dependen de su propia producción y el corte de café significa su único ingreso de dinero durante el año.

Con la llegada de la crisis, hay una reducción hasta de 60% en las oportunidades de trabajo. Esto corresponde más o menos con la caída en la producción, que de 5.2 millones de quintales oro (grano) en la cosecha 2011/12 se proyecta a 2.9 millones en 2013/14.
 
Según el MAGA (2012), 70% de la superficie cultivada con café está afectada por la roya.

La disminución de producción tuvo el mismo efecto en el número de jornales requeridos y el precio pagado por quintal de café cereza cosechado (el sector no paga por día laborado sino por producción). El precio que domina en el mercado es de Q45.00 por quintal (excepto en la zona del corredor seco de oriente, donde se paga a Q30.00). La cosecha se realiza entre agosto y diciembre en zonas de clima cálido y entre noviembre y abril en las tierras frías y de mayor altitud. El grueso de la migración temporal es entre octubre y febrero. Para la última cosecha, los precios pagados por quintal cosechado disminuyeron Q10.00 en todas partes. Por si fuera poco, el número de días en que se puede trabajar en el corte también se ha reducido. 

El impacto laboral se extiende a lo largo de la cadena productiva del café. Este artículo se limita a los trabajadores temporales (90,000) porque son los más vulnerables a perder sus medios de vida y sufrir inseguridad alimentaria y nutricional, aunque no debe olvidarse a los pequeños productores (61,000).
Una evaluación multi-institucional realizada en julio/agosto de 2013 dice así de los jornaleros temporales: “Poseen reservas limitadas de alimentos, no están agremiados por lo general, no cuentan con empleo formal y sus hogares son vulnerables a las emergencias y la alteración súbita de precios de la canasta básica. Además, presentan bajo nivel escolar, pocas oportunidades de capacitación, ausencia de asistencia desde el gobierno por su condición de jornaleros”.

La alarma se encendió desde hace un año, cuando el gobierno declaró alarma en el sector del café, debido a la roya.

La SESAN ha hecho seguimiento cercano al problema. Como parte de su responsabilidad de monitoreo, solicitó el apoyo de varias instituciones para realizar diagnósticos. La lista de actores es larga: MAGA, ANACAFE, FEWSNET/USAID, PMA, FAO, CCOPI, Mercy Corps, OXFAM, SAVE THE CHILDREN, Acción Contra el Hambre y otras.  Se hicieron al menos dos evaluaciones en el año 2013 y otras dos en lo que va de 2014.

Otra respuesta de la SESAN, a inicios de 2013, fue la preparación de la “Estrategia para generación de empleo temporal comunitario –GETCO“. Estaba enfocada en los jornaleros del café, pero no pasó de ser una propuesta.

Un informe del PMA en agosto de 2013 hacía el siguiente pronóstico: “A medida que el segundo semestre de 2013 esté finalizando, el acceso a los alimentos se tornará complicado… La situación empeorará a principios de septiembre cuando se inicia la migración para encontrar medios de vida suplementarios y la situación cambiará a crítica de noviembre hasta enero, cuando el 74 por ciento de los jornaleros y el 35 por ciento de los pequeños productores migren, buscando ingresos en actividades de la cosecha en las fincas cafetaleras y no encuentren contratación plena sino parcial. Se reducirán drásticamente sus ingresos, habiendo agotado todas sus reservas en dinero y alimentos”.
Si todo lo anterior era muy malo, le siguió algo peor, porque debido a la situación climática que se presentó en el corredor seco, la cosecha de maíz y frijol fracasó entre 60 y 80%.

Así que la tormenta perfecta está servida: la población vulnerable en el oriente del corredor seco (San Juan Olopa, La Ermita, Camotán, Jocotán) se quedó sin cosecha de alimentos básicos a finales de año y ahora no tiene con qué alimentarse ni oportunidades para generar ingresos y comprar sus alimentos.
Un sondeo reciente de Save the Children confirma lo que ya habían dicho las evaluaciones anteriores. Las visitas a siete comunidades de Olopa y Jocotán para conversar con maestros, personal de salud, jornaleros, miembros de COCODES y empleados de gobierno reportan que entre 70 y 90% de hogares dependen de los jornales de café como única fuente de ingresos en efectivo. Menos de 40% han encontrado empleo este año, pero de los cinco quintales diarios que pueden cosechar normalmente solo están cosechando uno, y no pueden cortar por más de cuatro días consecutivos. 

El autor contactó ingenieros agrónomos de la zona y ellos confirmaron los datos anteriores, agregando que de un ingreso potencial de Q5,400 durante una época normal de cosecha, éstos estarán alrededor de Q500 en las condiciones actuales. Los pequeños productores de café de la zona no tienen títulos de propiedad, por lo que tampoco tienen acceso al fideicomiso establecido por el Gobierno.

Si a todo lo anterior se le pueden encontrar peros (falta rigor estadístico y otros), datos epidemiológicos del Ministerio de Salud muestran que al inicio de la crisis (2012), el total de casos de desnutrición global aguda (GAM) en menores de cinco años fue de 1,040, y para 2013 llegó a 1,400. Eso es un 40% de aumento.

No es sin motivo que el último informe del grupo de apoyo OXFAM, SAVE THE CHILDREN, PMA, COOPI y Mercy Corps (febrero 2014) se titule “Crónica de una Crisis Alimentaria Anunciada”.

La lucha contra el hambre estacional parece no tener memoria. Fue una crisis con elementos similares lo que llevó en 2001 a una declaratoria de calamidad en la misma zona. Fue eso mismo lo que apresuró la puesta en escena del andamiaje legal, institucional y operativo que nos hizo soñar con que Guatemala se convertía en un país con visión en materia de seguridad alimentaria y nutricional.   
Es grave que con las señales recibidas no se conozca aún alguna acción de apoyo a las familias más vulnerables. Se comprendería el argumento que los datos disponibles no son estadísticamente sólidos, pero para ello el sistema de evaluación SAN debe presentar sus propios datos, con validez estadística y levantados con apoyo de la Mancomunidad Ch’ortí, la multitud de pequeñas ONG que trabajan en la zona y los COCODES.

Cabe preguntar qué han hecho al respecto la CODESAN, la CONASAN, la Comisión SAN del Congreso y los ministerios de línea, responsables de un Pacto Hambre Cero que algunos consideran un producto de exportación, un ejemplo a seguir por países “menos avanzados” en la materia, sin importar que Guatemala ocupe los últimos lugares en cuanto a resultados. 

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