Wednesday, August 12, 2009

Análisis crítico del Colegio y sus perspectivas a futuro. (parte 3 de 6)

3. Latencia bacteriana, con activación electorera

Recurro a la biología para ilustrar que los momentos de acción y movilización colegiada están vinculados a los tiempos eleccionarios. Las reuniones se multiplican, las sonrisas están a flor de dientes, los saludos son amables, te dan apretón de manos y palmadita en el hombro; abundan los trifoliares, cuñas radiales, invitaciones a comer.

No pongo en duda la voluntad de servicio de quienes postulan a distintos cargos. Las intenciones son legítimas. Pero los candidatos de ayer y hoy estarán de acuerdo conmigo en que todos los “yo te apoyo, adelante”; “contá conmigo”; “ya sabés, en lo que te pueda ayudar” y demás expresiones autóctonas quedan vacías de significado una vez se inicia al trabajo. Las juntas directivas se quedan solas.
Por si esto no fuera suficiente, en muchos casos no pasa mucho tiempo antes de que se evidencien las fracturas internas. Poco a poco se principia a conocer que los desacuerdos abundan y que algunas veces no son conciliables (es normal que existan desacuerdos, pero no que se formen partidas o bandos internos).

¿Por qué sucede esto? La razón es muy sencilla. Las planillas se arman bajo la influencia de dos pecados capitales.

El primero es que la característica ideal de la planilla es que sea “jaladora” de votos. Se busca representatividad generacional e institucional, se establecen cuotas de género, se identifica gente “bien caedora”. Se negocia entre grupos, aclarando que hay puestos no negociables. El objetivo es quedar bien con dios y con el diablo para tener una planilla capaz de atraer muchos votos.

Cuando se alcanza el éxito, con frecuencia se cae a la realidad: no se cuenta realmente con un equipo de trabajo. No todos participan con igual entusiasmo y responsabilidad, y hay casos en que en las primeras de cambio se da abandono parcial o total de cargos.

Esta no es una generalización, pero sí un fenómeno más común de lo que se quisiera.
El segundo pecado capital es el institucionalismo. Recuerdo que hace varios años, cuando el Sector Público Agropecuario era fuerte, existían al menos tres grandes bloques que con base en su mayoría relativa (“somos más los de X institución”) luchaban por colocar a sus candidatos en los puestos de elección. El voto se daba por solidaridad institucional. Los planes de trabajo hasta podían quedar en lugar secundario, lo importante era demostrar la fuerza política de la institución dentro del colectivo de agremiados. Quizá sólo porque sí. No sé bajo qué dinámica se han integrado las planillas de los últimos diez años, pero no me sorprendería si los criterios se mantuvieran.

Por otra parte, a muchos directivos y miembros de comisiones de trabajo (cuando las hay…) se les hace imposible desligarse de sus compromisos institucionales a la hora de tomar decisiones del colegio. A nadie se le puede pedir que ponga en riesgo su empleo, pero si consideramos que podemos encontrarnos en una situación de conflicto de intereses, lo mejor sería no participar en candidaturas.

Por lo demás, el colegio se mantiene callado, dolorosamente indiferente, casi sumiso ante los problemas nacionales, y normalmente es medio sordo, tuerto, manco, cojo y chillaquedito en cuanto a la defensa gremial. Baste preguntar cuántas acciones hay en marcha para hacer cumplir la Ley de Colegiación Profesional Obligatoria y proteger/recuperar puestos que debieran ser ocupados por miembros del Colegio.

La Ley de Acceso a la Información nos ha quedado de puro adorno. Ahora que se puede demandar a cada dependencia del gobierno el listado de funcionarios ingenieros e ingenieras de la agronomía para verificar su debida colegiación, parece que la cosa fuera con el vecino.

Así, pues, después del alboroto eleccionario nos volvemos a quedar quietecitos, como virusitos y virusitas encapsulados.

¿Estamos de acuerdo con lo de latencia bacteriana con activación electorera?

CONTINUARA con parte 4: Centralismo en conflicto con multicefalismo

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